julio 08, 2020 Sergio Gómez Reátegui 0 Comments


Para todos nuestros seguidores compartimos una breve selección de poemas del escritor chileno Roberto Bolaño. Pasen parroquianos. Es gratis.

Devoción de Roberto Bolaño.

A finales de 1992 él estaba muy enfermo
y se había separado de su mujer.
Ésa era la puta verdad:
estaba solo y  jodido
y solía pensar que le quedaba poco tiempo.
Pero los sueños, ajenos a la enfermedad,
acudían cada noche
con una fidelidad que conseguía asombrarlo.
Los sueños que lo trasladaban a ese pais mágico
que él y nadie más llamaba México DF
y Lisa y la voz de Mario Santiago
leyendo un poema
y tantas otras cosas buenas y dignas
de los más encendidos elogios.
Enfermo y solo, él soñaba
y afrontaba los días que marchaban inexorables
hacia el fin de otro año.
Y de ello extraía un poco de fuerza y de valor.
Mexico, los pasos fosforescentes de la noche,
la música que sonaba en las esquinas
donde antaño se helaban las putas
en el corazón de hielo de la Colonia Guerrero)
proporcionaban el alimento que necesitaba
para apretar los dientes
Y no llorar de miedo.


Los años

Me parece verlo todavía, su rostro marcado a fuego
en el horizonte
Un muchacho hermoso y valiente
Un poeta latinoamericano
Un perdedor nada preocupado por el dinero
Un hijo de las clases medias
Un lector de Rimbaud y de Oquendo de Amat
Un lector de Cardenal y de Nicanor Parra
Un lector de Enrique Lihn
Un tipo que se enamora locamente
y que al cabo de dos años está solo
pero piensa que no puede ser
que es imposible no acabar reuniéndose
otra  vez con ella
Un vagabundo
Un pasaporte arrugado y manoseado y un sueño
que atraviesa puestos fronterizos
hundido en el légamo de su propia pesadilla
Un trabajador de temporada
Un santo selvático
Un poeta latínoamericano lejos de los poetas
latinoamericanos
Un tipo que folla y ama y vive aventuras agradables
y desagradables cada vez más lejos
del punto de partída
Un cuerpo azotado por el viento
Un cuento o una historia que casi todos han olvidado
Un tipo obstinado probablemente de sangre india
criolla y gallega
Una estatua que a veces sueña con volver a encontrar
el amor en una hora inesperada y terrible
Un lector de poesía
Un extranjero en Europa
Un hombre que pierde el pelo y los dientes
pero no el valor
Como si el valor valiera algo
Como si el valor fuera a devolverle
aquellos lejanos días de México
la juventud perdida y el amor
(Bueno, dijo, pongamos que acepto perder México y la
juventud
pero jamás el amor)
Un tipo con una extraña predisposición
a sobrevivir
Un poeta latinoamericano que al llegar la noche
se echa en su jergón y suena
Un sueño maravilloso
que atraviesa países y años
Un sueño maravilloso
que atraviesa enfermedades y ausencias.


Lisa

Cuando Lisa me dijo que había hecho el amor
con otro, en la vieja cabina telefónica de aquel
almacén de la Tepeyac, creí que el mundo
se acababa para mí. Un tipo alto y flaco y
con el pelo largo y una verga larga que no esperó
más de una cita para penetrarla hasta el fondo.
No es algo serio, dijo ella, pero es
la mejor manera de sacarte de mi vida.
Parménides García Saldaña tenía el pelo largo y hubiera
podido ser el amante de Lisa, pero algunos
años después supe que había muerto en una clínica
psiquiátrica
o que se había suicidado. Lisa ya no quería
acostarse más con perdedores. A veces sueño
con ella y la veo feliz y fría en un México
diseñado por Lovecraft. Escuchamos música
(Canned Heat, uno de los grupos preferidos
de Parménides García Saldańa) y luego hicimos
el amor tres veces. La primera se vino dentro de mi,
la segunda se vino en mi boca y la tercera, apenas un hilo
de agua, un corto hilo de pescar, entre mis pechos. Y todo
en dos horas, dijo Lisa. Las dos peores horas de mi vida,
dije desde el otro lado del teléfono.

                       
                       &
Te regalaré un abismo, dijo ella,
pero de tan sutil manera que sólo lo percibirás
cuando hayan pasado muchos años
y estés lejos de México y de mí.
Cuando más lo necesites lo descubrirás,
y ése no será
el final feliz,
pero sí un instante de vacío y de felicidad.
Y tal vez entonces te acuerdes de mí,
aunque no mucho.



CHANT of the ever circling skeletal family

Después de muchos años y hoteles y poemas y dolores
de cabeza, este hombre vuelve, por azar, a acostarse
con la mujer que ama: y las piernas de esta mujer
sin duda están maltratadas por las várices y algo rasposas
de tanto depilarse, y también su rostro, piensa él,
no es una flor en cuyos pétalos se sostengan
los cadáveres de tres abejas, sino un rostro blanco,
con pecas, común y corriente; y la mira dormir
y se da cuenta que todos los poemas que le escribió
son una santa huevada, pero le duelen tanto,
lo abren tanto, que no consigue hacer nada mejor
que aferrarse a ese tronco pálido, palpitante,
y ponerse a llorar, por él, por ella,
por todos los jóvenes que en esos años estaban
enamorados, pobrecitos.



Para Efraín Huerta

Quisiera escribir cosas divertidas para ti.
De catástrofes y pequeñas tristezas
estamos hasta el cuello. Nada de imágenes,
tal vez labios, pelos, y una niña que juega
con el maletín de un médico. No sé, Efraín,
qué paisajes decir ahora que estoy pensando
en ti. No sólo tu bondad me ayudó; también
esa suerte de honradez hierática, tu sencillez
al apoyarte en la ventana de tu departamento
para contemplar, en camiseta, el crepúsculo
mexicano, mientras a tus espaldas los poetas
bebían tequila y hablaban en voz baja.



La poesía chilena es un gas.

Nada que añadir. Buddy huele a pedo.
¿A quién coño le importará lo que escriba?

¿A quién le servirá de algo lo que yo escriba?
Sin contarme a mi, por otra parte arruinado por mi propia
escritura.
El fracaso. La miseria. La degeneración. La angustia.
El deterioro. La derrota. Dos artículos masculinos
y cuatro femeninos.

Yo soy un gas.



                       &
Los hombres duros no bailan
Una estructura de sombras en
el continente americano.

Dirigida por Norman Mailer

Los hombres duros no bailan
Los hombres duros llegan a pueblos limítrofes en horas
oscuras
Los hombres duros no tienen dinero, malgastan el dinero,
buscan un poco de dinero en habitaciones minúsculas
y húmedas
Los hombres duros no usan pijama
Los hombres duros tienen vergas grandes y duras que el
tiempo va cuarteando y emblandeciendo
Los hombres duros cogen sus vergas con una mano y
mean largamente sobre acantilados y desiertos
Los hombres duros viajan en trenes de carga por los
grandes espacios de Norteamérica
Los grandes espacios de las películas de serie B
Películas violentas en donde el alcalde es infame y el sheriff
es un hijo de puta y las cosas van de mal en peor
Hasta que aparece el hombre duro disparando a diestra y
siniestra
Pechos reventados por balas de grueso calibre se
proyectan
Hacia nosotros
Como hostias de redención definitiva
Los hombres duros hacen el amor con camareras
En habitaciones femeninas pobremente decoradas
Y se marchan antes de que amanezca
Los hombres duros viajan en transportes miserables por los
grandes espacios de Latinoamérica
Los hombres duros comparten el paisaje del viaie y La
melancolía del viaje con cerdos y gallinas
Atrás quedan bosques, llanuras, montañas como dientes
de tiburón, ríos sin nombre, esfuerzos vanos
Los hombres duros recogen las migajas de la memoria
una queja
Hemos comido, dicen, hemos culeado, nos hemos
drogado, hemos conversado hasta el amanecer con
amigos de verdad
¿Qué más podemos pedir?
Los hombres duros dejan a sus hijos desperdigados por los
grandes espacios de Norteamérica y Latinoamérica
Antes de enfrentarse con la muerte
Antes de recibir con el rostro vaciado de esperanzas la
visita de la Flaca, de la Calaca
Antes de recibir con el rostro arrugado por la indiferencia
la visita de la Madrina, de la Soberana
De la Pingüina, de la Peluda, de la Más Fea del Baile
De la Más Fea y la Más Señalada del Baile.




El regreso de Roberto Bolaño

                  1
Volví con las putas de Chile y no hubo burdel
donde no fuera recibido como un hijo
como el hermano que regresa entre brumas
y escuché una música deliciosa
una música de guitarra y piano y tumbadoras
buena para bailar
buena para dejarse ir
y rebotar de mesa en mesa
de pareja en pareja
saludando a los presentes
para todos una sonrisa
para todos una palabra
de reconocimiento


                  2

Volví pálido como la luna
sin demasiado entusiasmo
a los burdeles de mi patria
y las putas me sonrieron
con una calidez inesperada
y una que probablemente no tenía
30 años
aunque aparentaba 50
me sacó a bailar
una samba o un tango
juro que no lo recuerdo
en medio de la pista iluminada
por la luna y las estrellas.

             3
Volví ya pacificado
más bien enfermo
flaco y sin dinero
y sin planes para conseguirlo
sin amigos
sin una triste pistola
que me ayudara a abrir
algunas puertas
y cuando todo parecía llevarme
al lógico desastre final
aparecieron las putas y los burdeles
las canciones que bailaban
los viejos macrós
y todo volvió a brillar.




El padre cobarde

Antes de morirme me será dado recordar el árbol
de mi estirpe: un abuelo valiente
y un padre cariñoso y cobarde.
Yo, que viví como hombre entre hombres
ahora me sumerjo por un instante
en la corriente
de las imágenes.
Y así puedo ver otra vez, o tal vez por vez primera,
los caballos y las peleas, los trenes y los rostros
de las mujeres que amé.
Libros leídos, libros escritos, los amigos,
la fama.
Puedo ver el dolor de los años que viví en esta tierra
y la cuota de sufrimiento que causé
y que me pertenece.
El árbol de mi estirpe y de la implacable ley
Pero sé que la última imagen que verán mis ojos
no será la de una mujer ni tampoco la de un valiente
(conocí a muchos y sin duda yo también lo fui)
Sino el rostro de mi padre en los años en que yo tenía seis
inclinándose sobre mi rostro huraño:
cuán atento, con cuánto amor,
y dándome un beso.




Esa niña

Esa niña que tan cruelmente agoniza entre muñecas y
cortinas
y aroma de flores en el piso humillado

Esa niña de pelo mojado en transpiración y orejas
profundas como jardines quemados de la segunda guerra
Esa niña que rima débilmente palabras absurdas

con las pupilas fijas en los pliegues de la cama demasiado
grande
es la vida, compañeros,

que lánguidamente nos da la espalda

Como no queriendo despedirse.




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