Lizardo Cruzado
Tuvieron que pasar veintitrés años para que Lizardo Cruzado (Trujillo, 1975) escriba su segundo libro.
El otrora niño mimado de la poesía; admirado por Sologuren, Varela y demás astros; lentudo e insoportablemente inteligente; que posaba con actitud de estrella de Hollywood para Caretas; autoproclamado creador del Realismo Chistoso; y que nos dejó cojudos a todos con sus primeros poemas; hoy retorna con No he de volver a escribir. Un libro donde el poeta y médico reflexiona, tras el inevitable paso del tiempo, sobre esta tragedia de volverse viejo, de mirar en los espejos los últimos vestigios de la juventud mientras los hijos crecen y los amores se esfuman.
Comparto con todos los seguidores de Bartleby una pequeña selección de sus poemas.
LAS CUCARDAS
Unas florecillas tubulares y rojas
Con pétalos de papel crepé
Circundaban las veredas de mi infancia.
Excitados, las desprendíamos de sus cálices
Con fruición
Y uníamos nuestros ávidos labios al
Tierno potito de la flor en
Pos de una gota mínima de néctar.
Luego atardecía la vereda ensangrentada
De corolas vacías que
El viento deshojaba
Señal de que nuestra infancia
Acababa de pasar.
Esto fue lo más de cerca
Que rozamos la primavera.
PADRE
Mi padre es un hombre desde lejos
Es decir
Un hombre distante
Nunca pudimos escuchar los latidos de su corazón
Pero desde su cuarto acompasados
Llegaban a nosotros sus ronquidos
Y bajo ese arrullo tranquilo
También dormíamos sus hijos
Como si de un corazón tan grande
Solo pudiésemos estar a salvo
Un poco lejos
Y sus ronquidos advirtiesen que
El ogro descansaba con
La paz de los ogros justos
Cansado de ser un ogro
Que a su vez nos temía
No por cobarde sino
Por tímido
Y por eso la mayor parte del tiempo
No dormía sino que
Se hacía el dormido
Y con un ojo entreabierto
Contemplaba a lo lejos
Triste y feliz
Nuestros juegos y nuestras guerras de mentira
Porque la verdadera
Contra el olvido
Estaba lejos aún.
POIESIS
La poesía es el silencio que resta tras
Moler las palabras
Torturar las palabras
Descuartizar las palabras
La misma melodía que permanece
Tras mimarlas
Con diestros dedos
Lengua frenética
Y acariciarlas sin pausa
Quién sabe qué
Les gusta a las palabras
Qué es un beso para ellas
O un patadón en los huevos
Solamente los animales
Humanos sabemos eso
La poesía es la puerta entreabierta
Después de todo
Lo demás.
LA NOCHE
Era mentira que uno enloqueciera
Y terminase arrancando chispas
De un pedernal desinflado con
La mano crispada o
Que el pecador se consumiera
Aferrando su soledad con
La palma repleta de pelos
Era mentira
Pues luego
De tantas lunas
La masturbación
No ha agrandado ni
Empequeñecido
Mi tristeza
Solo a veces me despierta
En la oscuridad
La certidumbre de unas
Manchas azules
Qué dejé afuera y
Aún resplandecen
En la noche.
ARS
La poesía es hablar solo
Como los locos
Hablan
A veces con uno mismo
Gruñidos endechas
Tiernas palabrotas
Flatos verbales y
Silencios
A veces con otro
Ferozmente alucinado
Imaginado
Inexistente
Pero usualmente
Más frecuentemente
Es hablar
Con absolutamente
Nadie.
LA PELADA
Se están yendo mis cabellos de la mano
Con algunos de mis dientes
No sé adónde
Pero a cambio
Moneda de nostalgia
Incontables arrugas dejan para
Que el espejo me recuerde
Cuánto he llorado de alegría y
Cuánto he reído
De tristeza
Se van yendo en fila india mis cabellos
Y yo
Me voy quedando con el cráneo
Cada vez más liso y despejado
Impúdica nalga solitaria que
Lustraré y abrillantaré
Con afán cada mañana
Como si tuviera los zapatos
En la frente o
La cabeza
En los pies.
LA BICICLETA
En el mes de abril del año 2015
En este parque tan nuestro que ni sabemos su nombre
Mi hijo aprendió a manejar un aparato de 2 ruedas que
Existió recién hace 200 años cuando lo llamaron drasiana
Y no tenía frenos ni suspensión
Ni pedales ni neumáticos.
Ahora tampoco parece tener frenos pues él
Se aleja cada vez más y más rápido sin
Rueditas de soporte ni alas de repuesto
Meteoro de aro 20 por la húmeda vereda
bajo las hojas
Que un día serán hojarasca de su infancia
Hoy aprendió a alejarse en este velocípedo
Que lo esperaba hace dos siglos
Y el resto lo irá aprendiendo en el camino:
Girar derrapar caer
Sacarse la mugre levantarse
Llevar a una chiquilla en la caña y
Gozar el viento de nuevo en su rostro
Cuando esa larga cabellera se haya desvanecido.
Un solo envión ha bastado
Y el tiempo ha sido vencido
Ahora vas a la velocidad de la memoria
Mucho más lenta que la luz pero
Arrasada de luciérnagas
No te detengas hijo mío aléjate
Y yo me quedaré en esta vereda del parque
Todos los años que me resten
Con los brazos extendidos.
EL GRAN DÍA
Simplemente ocurrirá
No sé cuándo
Pero así será
El día en que me tienda en
La línea del horizonte
Al fin
Y ya no habrá más soledad ni vacío
Ni desamor
Nada sino una desmesurada ternura
Que irá acariciando mis despojos por
Dentro y por fuera
Minuciosamente
Insuflándome vida otra vez
Hinchando mis restos hasta reventar.
Desde los confines del barrio
Por mi hedor convocados
Cientos de seres alados acudiran para
Improvisar desde la podredumbre
Mi asunción
Y mientras partículas infinitesimales de mi carroña
Vayan iniciando torpemente
Su periplo final a los cielos
Me entregaré gozoso a la sensación de miles
De patitas y de alas sobre mí
Cubriéndome con un manto
Más oscuro y más
Dulce que la
Noche.
Desde pequeño sabía que me gustaba escribir, pero sabía que tenía que vivir de algo. En el Perú, los niños también somos realistas.
Lizardo Cruzado.
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