Poemas de Juan José Rodinás

diciembre 19, 2017 Sergio Gómez Reátegui 0 Comments


Almacenes, Almacenes

I

Feliz y tan feliz: eres un vendedor de supermercado.
Tus ojos vendibles son el pequeño anuncio de la nada.
Tu sueño es el sueño de latas, botellas, pero latas.
Eres una serie de latas colocadas en serie. Una serie.
Una serie de latas colocadas en serie. Una charla
de supermercado sobre latas colocadas en serie. Una serie.
Esa charla impresa en cada etiqueta colocada en serie.
Una luz. No, un foco. No, una luz. Un sueño
De series para ti, señor dependiente de tienda.
Ojos vendidos. Anuncio en las avenidas con vallas giratorias.
En la fotografía: una sensual modelo de afiches.
Una serie. Las puertas giratorias, brillantes. Al salir,
billetes, como estrellas, sobre las avenidas de los ojos.


II

Número uno:

La realidad es una serie de personas:
Latas, latas, latas, latas, latas, latas, latas,
como personas.

Número dos:

La realidad es una serie de fotos digitales
donde la gente brilla con sonrisa perfecta,
retocada en un ordenador por alguien con sueño

Número tres:

La realidad es un árbol feo, pero a la venta
en ciertos países donde aún
hay bosques de latón.


III

Para cerrar mi cabeza debo decir que soy un local abierto
Una pequeña franquicia de Creeley & Company.
Además, presiento no estar en contra –ni a favor-
de la suerte económica del mundo.
Además, presiento que sobre mi cabeza hay una ventana
que deja pasar una lucesita
-útil para hacer negocios con las estrellas menores.

Todos salvarán mi negocio.

Por eso, alquilo mi pájaro de cuarzo
A los cobradores que caminan de terno, arriba y abajo,
por las escaleras, arriba y abajo, por las escaleras;
a los cobradores que sueñan un círculo
donde brincar; mientras se borra la ceniza de mi ojo izquierdo,
mientras los poetas pasan por mi negocio llevándose todo,
inclusive el paquete de
“NO VOLVERÁS A ESTA INOCENCIA”
tomándole una fotografía al poeta Robert Creeley,
mientras saca la lengua y dice: echo.

Ilustración con muchacha dentro



I

Un sol como una pregunta.
Un fondo áureo en la tintura.
Un círculo amarillo con tentáculos.

Alguien dirá sol pensando
“punto amarillo sobre la carretera”.

Hacia la derecha, un altar de piedra.
Janis Joplin, en efigie de plástico,
es una virgen morena
sobre cuya cabeza vuelan moscas y tábanos.

Aullante. Una vez más
colocarle una vela Janis aullante.
Y orarle así por todos los muertos de la carretera.

Cruces. Calaveritas pizarnik.
Cruces. Lápidas.
Todavía un realismo filmado
en cámara verbal con 30 milímetros de luz.

Aquí llueven paisajes de granizo.
Paisajes de polvo en un valle de estrellas.


II

Estas imágenes proceden de un viejo telefilme
que nadie mirará jamás.

Hay un vehículo parqueado.
es un Chevrolet modelo 85.
Vendo seguros -dice un burócrata- desde el auto viejo.

Busca en los ojos de Johanna
-así se llamó la muchacha perdida-
un argumento para desmentir
que el mundo sea un niño loco
que hunde su mano en una tina roja
para luego perderla en una escena irrealista.

En los ojos de Johanna, el burócrata encuentra
un fósforo encendido,
un video gore dentro de un pájaro de cuarzo.
Para agregar, luego,
el paisaje necesario al extraño conjunto.

III

Tomo la estrella- dice el burócrata.
¿Me servirá tu estrella, Johanna de los muertos?-
piensa, mientras arranca su auto
a la velocidad de la luz.

El sol es un punto –como un hueso alargado-
acariciando flores
y flores que no son de la mente.

(Bendita seas, Señora de las cosas:
Janis Joplin ora sobre el corazón de la niñita monstruo).

El burócrata parquea su automóvil.
Entra a un restaurante y,
mientras mira los postres del menú,
medita:
soy lo invisible
o tengo, al menos, tu huella invisible.

Y se sienta en una mesa
que bien podría existir sin él.


Dollboy filmado por Giorgio de Chirico



I

No moverse de aquí: no demasiado:
hay demasiado cielo.
Un globo trepa por la atmósfera.
Alguien cierra los ojos.
Cielo es inmóvil. Cielo es palabra inmóvil sobre el ojo.
El niño mueve su brazo.
Decir tarde (yo digo tarde)
es una cosa. La tarde es una cosa, pero un lienzo,
pero un filme azul, incógnito.
Tarde es una palabra, un espacio y un pájaro.
El niño mueve su brazo:
un globo sube por la atmósfera.
El niño&niña es una palabra inmóvil
sobre la plaza del ojo
donde mi visión del mundo
es una línea levemente inclinada.
El niño abre párpados como mirlo
antes de emprender la noche.
El niño cierra párpados, abre párpados.
El niño es una palabra llena de cosas.
Globo azul -como palabra azul- asciende
por la atmósfera hueca
hacia la lente vertical del ojo.
El niño –con vestido rojo- y su mano
es inmóvil entre carruseles inmóviles,
es inmóvil entre personas inmóviles.


II

Hay objetos de plástico:
mundos abandonados sobre un fondo de nubes.
Un automóvil es el júbilo en el piso,
rodeado por soldados de goma.
Una lámpara dibuja un juguete que espera.
En este dormitorio de pájaros antiguos:
sin pensamiento.
Realidad sí. Realidad con llantas.
Alguien sueña un volante encendido.
Alguien piensa con su mano: velocidad
Para poner la cabeza en el suelo
y que se acelere la vida.
Movimiento es filmación feliz
si la mano mueve el juguete sobre la calle imaginaria.
Movimiento es carrito entre los muros
rasgando el teorema que señala:
aquí está la muerte,
aquí está el largo esquema de la muerte.
Automóvil pausado
y la noche con grullas de papel
que evitábamos tocar para no despertarnos
en nuestro propio sueño.


III

Un niño baila en la noche del mundo
(¿para qué baila?) En la montaña,
el niño obtiene capulíes,
casa de dos pisos,
habitación, lápiz sobre el papel,
rasgando, frotando estrellas.
¿Cómo decirlo?
Un campo de estrellas es un dibujo
donde sepultamos, mamá,
a todos los soldados de goma muertos.
Un campo de estrellas es un cielo
donde los muertos son imposibles
(o cargan el peso de dibujar
a los pájaros ciegos).
Entonces, un campo de estrellas
es un tapiz con árboles caídos
junto a un tren inmóvil
en el que todos los pasajeros
dibujan un niño que los mira.
¿Qué niño? Estrellas de plástico
regadas en la cobija
para que el niño pueda despertar.
La estación inicia el día
sobre su propia imagen perdida.
¿Cómo decir niño
sin decir ojo de niño perdido?
Un cielo donde los pájaros son puntos
sobre el ojo. Sobre las preguntas,
la silla de mamá para mirar el mundo
y largos trenes
por donde toda visión ha de pasar,
al extinguirse,
al volverse lo que ya no tenemos,
ahora.


(de Código de barras, 2011)

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