Dos poemas de Montserrat Álvarez

octubre 16, 2017 Sergio Gómez Reátegui 4 Comments




Las tácitas palabras del cliente

"Esto", me sonreíste, chiquilla, "tiene un precio"
Te sentiste tan fría y tan cruel al decirlo
pero me enterneciste, la verdad
"a tu edad", te ensañaste, "una mujer 
tan bella como yo 
nunca haría el amor contigo gratis"
intentabas pensarte como la triunfadora en esta lucha,
la que creó ilusiones y las rompió después
deje que lo pensaras, pobrecilla:
bien sabía que era para ti necesario
no hiciste un buen negocio
Soy un viejo, es verdad, y sin embargo 
al conducirte hacia los aposentos
a esto destinados en mi casa
sentí tu admiración hacia mis posesiones
por ti atisbadas entre la penumbra
Los nobles materiales que te hablaban 
de un mundo en el que no podrías nunca entrar
excepto en tu función de delicada puta
-delicada, más convenientemente
calculadora a fin de no inspirar 
al cliente el fastidio de los remordimientos-

Y el poder que palpabas de reojo
te llenaba de algo tan próximo al amor
que te sentí devota a pesar tuyo
como si el recorrer mi cuerpo aquella noche
-cuerpo acabado, es cierto, y nada apetecible-
fuese para ti honra y no mancilla.

El amor de una noche, que enseguida 
comenzaste a borrar de tu memoria 
para mirarlo bajo la figura 
del cínico interés, entonces fue real, 
aunque no quieras verlo, pobrecilla.

Porque tú me adorabas
lo sentía en tu entrega
absoluta; más tarde, con esa lucidez 
de la resaca que sigue al despertar 
de una ebria ilusión- ilusión de la cual 
tú, y no yo, fuiste presa- lograrías convencerte 
de que no hubo en ti

pasión, sino artificio;
negocio, no arrebato, y la mentira 
propia de un trabajo lucrativo

Pero yo sé más que eso, porque tuve 
el estremecimiento de tu piel
De tu piel que no miente
La fiebre y el exceso que el goce representa 
frente a la obligación; su gratuidad, que dice 
esa fascinación inconfesable
que hizo mío tu amor por una noche

Sólo por una noche, mas entero
Breve tiempo de amor, pero amor puro
-si cabe hablar así de algo tan impuro 
como es siempre el amor-

Eso me diste, que es como dar la vida
Y supe, como ocurre
inevitablemente en estos casos
que habría bastado una palabra mía 
para que te quedaras definitivamente

Nada de esto 
podrías admitirlo, más aún que por orgullo, 
por mero instinto de supervivencia

Y sin embargo
me diste el fino tacto de la amante
timidez de tus manos deslumbradas,
tu dolorida, extática belleza,
toda a mí, por completo

Calculadora y cruel te pensarías
ya tras el despertar, con la sonrisa irónica
de quien acaba de obtener ventaja
de un pobre incauto, más los dos sabíamos 
que en esta transacción perdiste tú, pequeña

Aunque burlona marches satisfecha
como quien ha cobrado una fortuna
y desplumando a un viejo
al que sonriera en la cafetería
sabes igual que yo que hiciste un mal negocio
 
Mal negocio
Me diste el buen amor de tu piel melancólica
suavísima, la seda solitaria 
de tu deseo famélico,
tu hambriento corazón , tu ardor innecesario,
de ímpetu suicida

Yo, chiquilla,
sólo te di dinero.

Para saber andar

Anda como anda el maestro, maestro del andar
procura no mostrar tu casta lengua
Anda como anda el maestro
no agaches ante nada la cabeza
Anda como anda el maestro
guárdate tus palabras mientras puedas
si no lo hicieres, pisa igual con fuerza
Anda como anda el maestro
miedo rabia temor no te detengan
alta la frente ligeras las piernas
mira adelante ten la espalda enhiesta
El odio sonreirá si le sonríes
Los hombres necesitan la belleza
Anda como anda el maestro
que no te haga flaquear ninguna ofensa
Anda como anda el maestro, maestro del andar
No dejes que te pisen,
pero no odies jamás.

De "Panzer Plastic"
Montserrat Álvarez

4 comentarios:

  1. UN CORAZON VACIO
    Creyéndolo mío, consumí tu amor,
    como una copa de vino,
    estaba tu alma abierta en flor,
    fría como el acero asesino.
    Te abrí mi pecho para que talles,
    tu nombre en un latido,
    te ofrecí beber mis noches,
    más tu sed, ya la habías complacido.
    Sin tener otra salida,
    regresé por el mismo camino,
    mis sueños iniciaron la huida,
    pero no encontraron destino.
    La luna se embriagó conmigo,
    el sol se quedó dormido,
    y con mis manos de mendigo,
    apagué la luz de nuestro nido.
    En la calle un aroma de mujer,
    con pasos torpes ya sin brío,
    y sin nada que perder,
    me dejó una lágrima..y un suspiro.

    Autor: Juan Andrés Montalvo Becorena

    ResponderEliminar
  2. Quisiera conseguir el libro. ¿Dónde se lo encuentra?
    Excelentes los dos poemas, el primero en especial en mi opinión.

    ResponderEliminar