mayo 30, 2020 Sergio Gómez Reátegui 0 Comments

BLANCA VARELA.

Por Roger Santiváñez

La primera vez que tomé contacto con la poesía de Blanca Varela ocurrió en mi querida & natal Piura. Fue en la librería Studium en el verano de 1973 -yo acababa de salir del colegio- donde encontré la hermosa edición del INC de "Valses & otras falsas confesiones" [1972] Allí leí estos versos que me impactaron: "no creo en nada de esta historia / y sin embargo cada mañana / invento el absurdo fulgor que me despierta".

Tiempo después -ya en Lima- me conseguí en Mejía Baca "Luz de día" publicado en 1963 que me encantó. Buscaba como loco "Es puerto existe" (1957) pero jamás pude hallarlo. Alcancé a hojearlo en la biblioteca de algún pata, en algún momento.

En 1978 formé parte- por un tiempo al inicio- del Comite Editor del sello ARYBALO. El libro con que se inició dicho sello fue "Canto villano" & recuerdo que Blanca demoraba en entregarnos el libro; luego nos enteramos que ella se lo había pasado a Westphalen & que necesitaba su visto bueno, antes de dar luz verde a su lanzamiento.

Solo una vez me tocó estar con la gran poeta. Fue en la galeria PRAXIS  de Barranco -circa 1986- durante la inauguración de una gran individual del pintor mexicano JL Cuevas.

Yo recordé una nota -aparecida en la legendaria revista AMARU (que dirigía Wesphalen a fines de los 70s/comienzos de los 70s) que Blanca había escrito sobre el afamado poeta gringo Robert Duncan. Recordaba una frase de ella: "La poesía es el único comentario que merece la existencia".

& se lo dije & Blanca -riéndose- me replicó cogiéndome el brazo: "Ay, las cosas que escribe una". & brindamos con el buen vino de aquella noche formidable que -en este instante- he recordado para ustedes en homenaje a nuestra querida & admirada poeta mayor.




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